Cada día redimensionamos nuestro hacer. Las experiencias, las nuevas evidencias, la apertura, permiten hacer los ajustes en las perspectivas que operan en lo que asumimos como propósito, ideales, convicciones.
En cada país el movimiento mundial que promueve la transformación de la atención del proceso reproductivo, mejor conocido como movimiento por la humanización del parto y nacimiento, ha tenido procesos particulares en el desarrollo de iniciativas vinculadas al tema; pero coincidimos en que el impulso inicial nació de la reacción al modelo de medicalización y sofisticación tecnológica con el que fue y sigue siendo concebida la atención de un proceso natural como el parto y nacimiento.
Si con acierto reconocemos que el proceso de parir y nacer se desenvuelve en profunda interrelación con lo que psico-emocionalmente, social y culturalmente somos y vivimos, que es mucho más que la activación de meros procesos fisiológicos; entonces podemos identificar cómo la estandarización de la atención generada por este modelo, ha afectado, incluso lesionado, la salud y calidad de la experiencia tanto de las mujeres, como de las personas recién nacidas y las familias.
Como evidencia de este modelo, donde se institucionalizó la atención de los nacimientos, podemos mencionar: los protocolos de asistencia que subordinan las necesidades y particularidades de la mujer en proceso de parto a las normas institucionales; el elevado índice de cesáreas sin razones clínicas; las estadísticas que reportan el rutinario uso de episiotomías, fórceps, Kristeller, oxitócicos, anestesia epidural, entre muchas otras prácticas no registradas ni cuantificadas. La serie de exámenes innecesarios en el período prenatal, suman y revelan entonces el paradigma sobre el que se construye un modelo de atención que otorga el protagonismo del proceso de parto y nacimiento al sistema y sus ejecutores. La mujer y su bebé son un caso, un numero de historia, un potencial problema.
El término “humanización” surge entonces como respuesta a la “tecnificación” de la atención de un proceso no patológico, un modelo que tiene un impacto negativo en la salud y bienestar de sus reales protagonistas y en el propio sistema sanitario (costos, congestionamiento, etc.). Los contextos asignan significados a las palabras. Como se refirió, el término “humanizar la atención del parto” ocurre como respuesta a la tecnificación de este acto; una categoría que puso en cuestionamiento la forma cómo se protocolizó un acontecimiento de naturaleza tan personal. El criterio masificador de la fórmula “tecnificada” de atención lo equipara a lo industrial, de hecho, hay quienes hablan de “la industria del nacimiento”. En respuesta y como llamado de atención, surge lo “humano” como contraste.
Ahora bien, promover la transformación de dichos protocolos asistenciales, “humanizar la atención”, ha supuesto remover cimientos de un paradigma que basa los principios de desarrollo humano en lo tecnológico y este a su vez, está dinamizado por estructuras bien encarnadas en lo social e individual, que definen las relaciones humanas con base en jerarquías y asimetrías de poder.
Es posible identificar entonces la magnitud de lo que implica este proceso de transformación, pues lo que está en cuestionamiento es un modelo sociocultural, cuya expresión en este particular evento de la vida, ha legitimado una serie de prácticas que vulneran el bienestar y los derechos de sus protagonistas, especialmente de las mujeres y sus bebés.
Humanización del parto y nacimiento, en la práctica
La asociación de la expresión “humanizar” con “ser más humano” y éste, con ser “buena persona”, es lo más generalizado. Cuando se propone abordar el tema con el personal de salud, por ejemplo, la primera reacción suele ser emocional: “¿Cómo que lo estoy haciendo mal?”; “¿entonces soy mala persona?”; “Yo soy muy humana con los pacientes”; “No puedo encariñarme con los pacientes”; “No hay tiempo para eso”; “Para eso están las Doulas”.
Es decir, se reduce a un asunto del trato personal y por ende la interpretación del tema se asume como un cuestionamiento a la persona y no a un sistema institucionalizado. Consecuencias de esto: resistencia y oposición por parte de uno de los actores significativos en el sistema, el personal de salud o más bien las personas a cargo del servicio. Este sentir se impone defensivamente y crea barreras para recibir la información ofrecida y acercarse a un enfoque alternativo. ¿Pudiéramos decir entonces que el término “humanizar el parto”, hoy día, puede limitar o hacer más trabajoso el proceso de transformación en este nivel? La respuesta requiere profundizar en el tema; pero en todo caso no debemos subestimar esta posible consecuencia. Mas aún cuando consideramos que esta interpretación, intuitiva y limitada de la expresión “parto humanizado”, está ampliamente socializada y pudiera distraer del propósito esencial del planteamiento, especialmente si se inserta en el contexto de la política pública.
El término “natural” también aflora como concepto que se vincula con todos estos ajustes planteados. La naturaleza, manifestada en la anatomía y fisiología del proceso de parto y nacimiento, es reivindicada en las propuestas surgidas del movimiento pro humanización, tanto por lógico, como por los hallazgos científicos que evidencian cómo favorecer esta lógica de la naturaleza tributa a favor de la salud y bienestar de la madre y bebé. No obstante, el término “natural” o la vinculación de humanización del parto con lo natural, corre muchas veces la misma suerte del término “humanizar”. Se activa otro distractor del objetivo planteado al interpretar el tema como un conflicto entre “lo natural” y lo “técnico-científico”. No se trata de eso tampoco. Las cesáreas son una opción cuando la fisiología tiene límites y las atenciones dignas, humanas, respetuosas de sus protagonistas la incluyen. En la práctica, por ejemplo, la idea de “dejar que ocurra” un parto vaginal es humanizar la atención, o la asociación de las posturas verticalizadas u otra no supina con algo “primitivo”; al final son extremos de una misma manera de interpretar lo planteado.
Otro aspecto que resulta interesante es como esta lógica tecnocrática ha desactivado ese sentido común que nos permite ver y asumir el proceso de gestar, parir, nacer, amamantar, como un hecho natural, tornándose indispensable un conocimiento especializado para entenderlo y atenderlo. Y no me refiero tan solo a los y las profesionales de salud, me refiero a la sociedad en su conjunto.
Este “sentido común” extraviado se convierte en otro foco de atención del activismo mundial. En tanto que atender a la lógica y sentido de la naturaleza, que incluye lo instintivo, debe orientar la comprensión y acción de una atención favorable al bienestar de la mujer que pare y de el/la bebé que nace. En definitiva, lo que debe ser el objetivo primordial de un sistema de salud.
Ahora bien, plantearnos esto ha obligado entonces hacerlo en sus términos, con evidencia científica: “Se ha demostrado científicamente que las mujeres que fueron bien tratadas; fueron acompañadas por una doula o alguien de su preferencia; tuvieron menos complicaciones y fue más rápido el proceso de parto”.
Al parecer en estos tiempos “modernos”, un principio básico como que alguien bien atendido se dispone positivamente, sólo se considera válido en tanto se logra cuantificar el indicador de hormonas del estrés que se producen cuando en el parto estas sola; desatendida; con miedo; violentada. En contraste, cuando atiendes sus demandas informativas, afectivas, físicas, decisorias, etc., otras hormonas se activan y los resultados son “favorables”. Esto por ilustrar en cierta medida desde cual perspectiva se despierta la atención, aunque lo “favorable” este ajustado a los criterios del propio sistema. Sin duda, la información con la que contamos hoy acerca de cómo ocurre el proceso de parto y nacimiento es muy rica e interesante, por lo que agradecemos a quienes se han dedicado a ampliar la evidencia para referenciar la necesaria transformación de la atención en el mundo. ¿Diremos entonces bienvenida la ciencia para reeditar la intuición, la sabiduría y el sentido común? Quizás si, en parte, en estos tiempos. En todo caso, lo importante es profundizar en el aspecto ético de su práctica.
Cabe resaltar también que otros frentes son visibilizados cuando nos adentramos en esta realidad. No se trata apenas de un protocolo, se trata de un modelo cuyos procedimiento y enfoques violan una serie de derechos humanos, tanto los derechos sexuales y reproductivos, como los nuevos derechos reconocidos de l@s recién nacid@s.
El cuestionamiento, por ejemplo, de algunas prácticas obstétricas, ha derivado en una nueva categoría denominada “violencia obstétrica”, entendida como una forma de violencia contra la mujer. Con lo cual se está abriendo paso a la necesidad de legislar de manera más específica sobre los derechos reproductivos y los derechos de l@s recién nacid@s. Este proceso no ha sido espontáneo, se viene desarrollando a partir de las acciones emprendidas por históricos movimientos de mujeres; mujeres empoderadas; hombres activos en el ejercicio de su paternidad; profesionales de distintas áreas y circunstancias políticas. Entonces, no se trata solo de humanizar el protocolo de atención en términos exclusivos asistenciales, involucra el reconocimiento de una serie de derechos de las mujeres, de l@s bebés, de la familia. Todo lo cual supone el respeto de los derechos sociales dentro de lo que se propone como conceptos de atención del proceso reproductivo. En esta perspectiva se incorpora otro enfoque de la lucha: el parto y nacimiento respetado. Respeto a la naturaleza, a la dignidad, a los derechos; respeto a las mujeres, sus cuerpos, deseos, decisiones, sus vidas; respeto a las sencillas y profundas necesidades del momento en que nacemos.
Cuidando el Nacimiento
Para el momento, la perspectiva se amplía. Al tratarse de gestar vida, no hablamos entonces solo de un sistema de salud, siendo que la acción individual cobra relevancia. Comenzando porque gestar es una elección, no una obligación, lo que conlleva a atender al significado de vivir una sexualidad placentera, saludable, responsable y/o consciente. Nuevamente se estremecen los paradigmas y se extienden los ámbitos de acción.
Asomar la perspectiva individual del tema, no se refiere o reduce a cargar la responsabilidad en la persona. Podemos hablar más bien de la acción personal ampliada, con significado trascendente. No es una conciencia social desde la perspectiva voluntaria de la buena acción, es acción colectiva en sí misma. Se me ocurre ejemplificar con uno de los aspectos relevantes que promovemos como activistas: los derechos sexuales, reproductivos, los de las mujeres, los de los niños y niñas. Si bien en el ámbito legislativo, dadas las realidades y necesidades, estas categorías son requeridas, cuando nos referimos o apelamos a ellas, pareciera que esos derechos son de otros o de otras. Cuando abordamos al “personal de salud”, por ejemplo, informamos y sensibilizamos en torno a estos derechos, muchas veces pareciera que estas personas no son sujeto de los mismos derechos. Somos los mismos y las mismas en roles diferentes, entonces cuando respeto los derechos de las mujeres y sus bebés al atenderles, cuido de nuestros derechos. Mi acción como servidora o servidor materializa mi ejercicio como sujeto de derechos. Es entonces una acción personal ampliada, como sujeto social vivo. Cuido de ti, cuido de nosotr@s.
Cuidar la vida es gestarla con plena voluntad y consciencia, es confiar en que vinimos dotad@s para que se desarrolle naturalmente el proceso de gestar, parir, nacer, amamantar, cuidar y criar; es identificar la diferencia entre atender y cuidar; es reestablecer la lógica de que lo bien cuidado retoña agradecido y con propósito reconocido; es sabernos parte de la construcción de la sociedad y del mundo que deseamos.
Entonces esta idea de cuidar el nacimiento se entiende desde el momento en que podemos decidir gestar hasta un prolongado después del momento de nacer, partiendo del principio de que gestamos humanidad. Podemos imaginar un propósito colectivo. Y si tiene aire de ideal, pues acercarnos a él impulsa movernos a atender los múltiples ámbitos que están implicados en ello, como los identificados a lo largo del texto y muchos otros. Como gestantes, como servidores o servidoras, somos los mismos y las mismas.
Hoy nos identificamos con el lema de “Cuidando el nacimiento, cuidamos la humanidad” como parte de este proceso de ir reeditando los aprendizajes y la orientación del enfoque de nuestro trabajo como activistas por la dignidad de quienes estamos involucrad@s en el trascendente evento humano de gestar vida, gestar humanidad.
TA/2019